«¿Libre comercio en el Pacífico?»

Publicado originalmente en 2014
<<La versión del libre comercio en el Pacífico. Por Martine Bulard, Le Monde Diplomatique nº 229>>
Poco después de que saltara la liebre con el acuerdo transatlántico con EEUU y la UE, leo este artículo del Sr. Bulard sobre el homónimo en el Pacífico. Resulta significativo cómo EEUU intenta consolidar su política del <<pivote asiático>>, esta expresión tan descaradamente prepotente que el mismo Obama ya usó en su momento.
A pesar de estar atento al <<nuestro>>, el TPP del Pacífico englobaría casi la mitad de las riquezas producidas en el mundo y a países como Australia, Malasia, Perú, Chile, Nueva Zelanda, Singapur, Canadá, México y según parece, Japón. También cerraría en sus muros al 35% del comercio internacional y al 30% de la población mundial. Aunque se escribe pronto, pensarlo durante unos instantes impresiona.
Washington, ya ocupado de lleno en su mirada hacia el Oeste, intenta liberarse de esa <<mosca cojonera>> en que se ha convertido Oriente Próximo, del cual ya poco necesita, habiendo descubierto su propio gas y petróleo. Pretende consolidar antes que China su influencia económica, política  y estratégica en la zona, si bien han surgido graves discusiones a propósito del contenido del tratado: Parece ser que sin el trabajo de organizaciones sin ánimo de lucro y de información, entre ellas WikiLeaks,  el contenido de las negociaciones habría permanecido en secreto. No hay que ser especialmente sagaz para darse cuenta de que algo perverso se cuece en estos tratados si, decisiones político-económicas de gran calado social permanecen apartadas y a puerta cerrada.
Algunos postulados son lugares comunes, a pesar de que a algunos nos parezcan de doble filo: erradicar aranceles aduaneros, elaborar normativas comunes sobre los productos y servicios y empoderar los tribunales de excepción -que permiten a las multinacionales combatir las decisiones de un gobierno-.
Sin embargo, otras muchas ponen los pelos de punta: en referencia a la propiedad intelectual, el fin de los genéricos; y  extender los períodos de patentes entre 95 y 120 años (hasta ahora son por 20 años); incluso a los métodos de diagóstico. Lo que significaría que los métodos de detección del cáncer u operaciones de corazón estarían sujetos al pago de derechos por parte de los usuarios por el tiempo establecido. Ni que decir tiene cuán pocos podrían permitírselo.
Otras medidas aún más dudosas serían la desaparición de las medidas del control de capitales, de etiquetado de productos alimentarios, la desaparición de la trazabilidad de éstos, y la entrada masiva de los OGM (Organismos Genéticamente Modificados).
Una vez que el contenido del mismo se ha hecho público, asistimos a numerosas negativas de varios estados entre ellos de Canadá, Nueva Zelanda, Vietnam, y asociaciones profesionales de cada país,  y se han retrasado las negociaciones para estudiar varios puntos del Tratado.

El caso de Japón

En noviembre de 2011 entra Japón en el Tratado de mano de Abe Shinzo, probablemente con intenciones de convertise en mano derecha de EEUU en el Pacífico. Como él mismo anunció,

<<Es nuestra última oportunidad. Dejar pasar esta ocasión equivaldría sencillamente a empujar a Japón fuera de los núcleos de poder del mundo>>

Sin embargo todo parece indicar que pretende hacer el doble juego a EEUU con el tratado europeo.

El PLD (Partido Liberal Demócrata) actualmente en el poder está en contra del Tratado que su mismo ministro preside. Normativas, cuotas y aranceles que protegen su arroz, el trigo, la carne vacuna y de cerdo, azúcar y productos lácteos (llamados «las cinco vacas sagradas niponas») podrían desaparecer con el acuerdo, y los señores del PLD temen que ocurra lo mismo con su electorado, constituido mayoritariamente por campesinado.

¿Por qué el empeño de Shinzo en el Tratado?
Una vez más, ese milagro esplendoroso: ¡las inversiones extranjeras directas! (IED), que desea para compensar las deslocalizaciones de sus propias empresas japonesas (es decir, fugadas del país en busca de mayores rentabilidades, al amparo precisamente de acuerdos como éste. Es decir: la misma red con que Japón caza su pececillo, es la que usan para cazarle a él.Y así el voraz monstruo liberal cae en su propia contradicción).
Pero hay más razones por las que Shinzo se interesa por el acuerdo. Para conseguir la salida de su mercado de armamento a terceros países están de acuerdo en bajar sus aranceles del sector primario. Sólo hay que doblegar a los campesinos con el tratado de libre comercio con la UE -los campesinos nipones son más favorables a un acuerdo con la UE- de hacerlo, Shinzo estaría en condiciones de «chantajear» una bajada arancelaria a EEUU para su sector automovilístico.

El ojo de China

China teme la imposición de un marco regulatorio a la americana en la zona que siente bases contractuales de futuro. Según la Agencia Oficial Xinhua; y éstas reglas vienen estipuladas por los caprichos de las principales industrias americanas que invierten millones de dólares en los fondos electorales de uno  otro presidente.
Económicamente China no tiene objeción a la ampliación del libre comercio. Pero desea seguir teniendo libertad de movimientos.
De ahí que haya elaborado su propio acuerdo de la Regional Comprehensive Economic Partnership, RCEP), con los diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Xi adorna su discurso con un <<renacimiento de las Rutas de la Seda>> y hace un llamado de acercamiento con su vecino japonés, en ese equilibrio de fuerzas.
En cualquier caso, resulta un descanso convertirse en periferia de los tejemanejes mundiales. Que se vayan con la música a otra parte nos hace ser más reflexivos: y es ésto lo que necesitamos para analizar nuestro TTIP.  Consulta

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